Un castillo amurallado en su corazón

 Llevaba más de quince años sin conocer a nadie ya que se había recluido en una habitación en lo alto de una de las torres del castillo; cuando de repente, salió al divisar una caravana conducida por una bella dama que cargaba sedas y lienzos pintados con tintas, su mente explotaba de excitación y se animó a dejar su espacio seguro, aventurarse a tener una nueva amiga porque falta le hacia el trato y el tacto con otro ser humano, sus experiencias con la gente no habían sido las más agradables y por una vez creyó que todo tenía posibilidad de salir bien -al menos- se dijo a sí misma -tendría una nueva amiga- aunque todo el miedo que tenía por haber estado apartada de ese mundo parecía carcomer su calma y esa nueva seguridad que había tomado al decidir lanzarse al vacío sin saber si la red la recibiría más abajo en el abismo…

Se aventuró recorriendo la maleza de la planicie y se encontró con la doncella, con quien platicó, escuchando y riendo, siendo lo más auténtica que pudo… pero como siempre, las cosas no resultaron y al parecer se quedó de nuevo sola, más sumida en la tristeza de ver que ni como amiga la habían querido, al igual que toda la gente que había conocido en su vida, que la abandonaban luego de usarla y tomar todo lo bueno que podían.

Quizás su destino le hablaba, comandándole a vivir sola en su castillo amurallado, con torres que se elevan hasta las nubes, un castillo cátaro sin ventanas hacia el exterior, con un trazo que recuerda al Castel del monte, todo su mundo siempre igual mirando a este patio central, donde no habita nadie, donde no crecen plantas, donde solo algún ave pasa cantando y rompe el sueño monótono y cronometrado de una vida cronometrada, de una vida a la que la cuerda parece estarse terminando, de momento ha regresado a ese castillo, donde su falsa seguridad parece funcionar, donde tiene dos opciones, fortalecerse o caer y nunca levantarse…