Había una vez un piojo que se
llamaba Fernaca, Fernaca Piojo, que quería vivir a fuerza en la cabeza de los
demás, siendo la Piojo un parásito solo se alimentaba de otros para crecer su
ego, de todo lo que chupaba y de la epidemia que ella misma significaba.
Un día la princesa del amanecer,
que tenía una rizada melena llegó al palacio de mármol donde la piojo se
escondía en un rincón, la princesa tenía fe en la bondad que debería existir en
los corazones de cualquier cosa viviente, incluso de la Piojo.
Pero la piojo solo quería
hincharse con la sangre de quien fuera, no le importaba lo que los demás
pudieran sentir, a quienes pudiera afectar, incluso a la princesa del amanecer
que había visto por el bien de la Piojo, sabiendo que esta era una alimaña.
La Piojo se regordeaba con su
forma de ser e incluso pensaba que los demás la envidiaban por ser como era.
Un día usó toda su maldad en
herir a la princesa, que se alejó.
Con el tiempo la princesa se volvió reina, como
debería ser, como tenía que pasar... y observaba desde lejos, esperando que semejante parásito se arrepintiera, que enmendara todo el daño. Pero miraba como la piojo seguía
con su rutina, sin importarle nada ni nadie, y la inmunda criatura un día la miró observar
desde la ventana de su palacio; creyó por un momento, debido a su vanidad sin fundamento que la princesa la miraba porque tendría algo que la Reina quisiera.
¿Qué podría querer la sabia monarca de lo
que tuviera una Pioja?
La reina tenía mucho más, había
logrado más de lo que un insignificante parásito lograría, mientras la reina
avanza diez pasos, cien de los de la Pioja no son ni uno de ella, la reina
tiene mucho, y mucho lo ha logrado por su cuenta, no como la alimaña que tiene lo
que tiene desangrando a los demás.
Y todo lo que la reina espera es
el día en que la Piojo pague por todo.
Podrá esquivar la hora de
hacerlo, podrá eludir el momento de retribuir por toda la maldad que ha
propagado, pero tarde o temprano Fernaca Piojo va a pagar. Tendrá que pagar por
todo el daño que ha hecho, del cual no se arrepiente, y por aquello que le hizo a la reina, quien en algún
momento se preocupaba por el bien del insignificante bicho, que solo pudo traicionarla, ya
que en un parásito como ella no existe bondad en su corazón, solo un abismo eterno de maldad.