Recorriendo los jardines, senderos infinitos que se pierden en el horizonte, pasando el tiempo en ese laberinto, ella da vueltas, avanzando, retrocediendo, cambiando de dirección, día a día una monotonía, cada minuto se vuelve más peligroso para su estabilidad emocional, hay noches incluso en las que se pregunta:
-¿dónde ha quedado el día? ¿que fué de aquel sol que alumbraba mis pasos? ¿dónde quedó mi sombra? mi única compañera.
La luna brilla iluminando sus hombros, sus pálidos brazos, y sosteniendo una flor que aprieta en su mano, una gota de liquido carmín, caliente, escurre por sus nudillos y cae al suelo, abono de vida para el interminable jardín de rosas, rojas como su sangre.